Blockchain: ¿Dónde radica su valor?
David Díaz S., Ph.D. Profesor Asistente, Depto de Administración Universidad de Chile Cristóbal Pereira Garretón Co-Fundador & COO mifutu.ro Rodrigo Sainz Palma Co-Fundador & CEO mifutu.ro
El año 2008, plena crisis financiera, un misterioso Satoshi Nakamoto publicó un paper en internet sobre una nueva lógica de intercambio de unidades de valor: Bitcoin.
Con esta tecnología, no habría necesidad de pasar por instituciones financieras para confirmar transacciones (sumas y restas en un registro de unidades), sino que serían confirmadas públicamente en internet, a través de una lógica de mercado. Quien quiera participar en el sistema debe instalar un programa en su computador conectado a internet, compitiendo junto a todos los participantes para resolver un puzzle matemático de encriptación de alta complejidad.
Los primeros en hacerlo podrán realizar el registro, y recibirán como pago unidades monetarias (nuevas) del mismo registro. Ganará el que más poder de cómputo tenga, dado que resolverá el puzzle matemático en menos tiempo.
¿Registrar unidades ya no queda sólo en manos de un ente central (servidor) como un banco (unidades tales como los pesos) o una corredora de bolsa (unidades de valor como las acciones)? Así es, ese monopolio de registro queda ahora en manos del mercado (se les llama mineros), compitiendo por lograr presentar el nuevo estado del registro en el menor tiempo posible.
Cuando alguno de los participantes lo logra, todo el resto de los mineros actualizan sus registros y se inicia una nueva competencia por el siguiente bloque de transacciones. En el protocolo de Bitcoin, esto sucede cada 10 minutos, período en el cual son creadas nuevas monedas y entregadas a las billeteras del minero que logró resolver el ejercicio matemático.
Satoshi Nakamoto imaginó y describió, además, un protocolo que permitiría evitar el mayor problema hasta ese momento en el intercambio de unidades digitales: el doble gasto. En el mundo no virtual, cuando entregamos un billete o una moneda en forma de pago, hemos transferido sin lugar a duda su propiedad.
El problema que enfrentaban las tecnologías de transferencia de valor P2P(peer-topeer) es que un archivo o registro digital puede copiarse un sin número de veces a un costo casi cero.
El protocolo propuesto por Satoshi asegura que nadie pueda gastar las mismas unidades de valor dos veces: a medida que las transacciones se confirman, van formando una cadena pública de registros que incluye tanto la información de la transacción realizada como las firmas digitales de las partes involucradas.
Así, para ingresar un nuevo registro a esta cadena pública, las solicitudes de transacciones serán firmadas con llaves privadas encriptadas y confirmadas por una red descentralizada de computadores alrededor del mundo. A este registro público histórico inmutable, que asegura que no exista el doble gasto, se le llamó cadena de bloques o Blockchain.
Basado en principios criptográficos, este sistema permite prescindir de la confianza entre las partes involucradas, llevando un registro público seguro sin la necesidad de tener que confiar en un tercero central que lo confirme o lo consolide, y que no pueda ser revertido o alterado en el tiempo.
Más allá del Bitcoin
El nacimiento de Bitcoin trajo consigo la creación de una tecnología de registros segura y descentralizada; un registro público de unidades que cambia su estado bajo reglas que mezclan tiempo, matemática, encriptación y descentralización, con reglas de mercado.
De este modo, los participantes que realizan transacciones y compiten por confirmarlas crean el valor de la unidad que se transa y registra en esa cadena de bloques. Más aún, democratiza los mercados financieros, bajando los costos de transacción, y permite el acceso universal: cualquier persona puede crear una cuenta en el Blockchain con un celular con internet.
Si bien el Blockchain de Bitcoin fue el primero en operacionalizar esta lógica descentralizada, hoy existen nuevos protocolos que permiten incluso instalar aplicaciones computacionales dentro de ellos.
Una de las nuevas redes más connotadas que permite la ejecución de los denominados “Smart Contracts” es conocida como Ethereum. La gran diferencia con el blockchain de Bitcoin es que Ethereum permite a sus usuarios escribir un software que será “instalado” y ejecutado de manera descentralizada en su red.
Por ejemplo, podríamos escribir una app de apuestas, en que el contrato inteligente consistiera en pagar automáticamente el pozo acumulado a todos los participantes que hayan acertado al resultado deportivo.
Tanto el software como su data y los pagos asociados serán ejecutados y almacenados automáticamente en Ethereum, registrándose el estado más reciente de las aplicaciones instaladas en su red. Éstas van desde un procesador de texto u hoja de cálculo, hasta una página web, una casa de cambios virtual, un registro de inventario descentralizado, una bolsa de valores en la nube, etc.
De manera similar al Blockchain de Bitcoin, en la red Ethereum los mineros reciben un pago por almacenar y ejecutar los softwares, y compiten por ser los primeros en ejecutar las lógicas de los contratos inteligentes cada vez que sus usuarios lo requieran. Dada la gran potencialidad de Ethereum, grandes empresas multinacionales, entre las que se incluyen BBVA, CISCO, Deloitte, ING, Pfizer, Santander y Scotiabank, se han unido para formar la Enterprise Ethereum Alliance, cuyo objetivo es explorar potenciales usos de dicha tecnología.
Éstos van desde aplicaciones financieras, hasta de administración de la cadena suministros y proveedores, registro y autentificación de datos de salud, aplicaciones gubernamentales, mercados eléctricos, etc. Asimismo, otros actores ligados al mundo tecnológico, encabezados por Microsoft, han creado el consorcio R3, dedicado a crear un nuevo sistema operativo para mercados financieros basado en el concepto del libro mayor distribuido (distributed ledger), y han creado su propio Blockchain denominado CORDA.
En Chile también han surgido iniciativas concretas, como la Bolsa de Comercio de Santiago operando sus ventas cortas en Blockchain y mifuturo, con su plataforma de Crowdfunding descentralizada, y Godzillion, que opera como una arquitectura de contratos inteligentes en el Blockchain.
Por el momento, podemos concluir que Bitcoin, Ethereum, y otros Blockchain y sus tecnologías subyacentes representan un nuevo paradigma en el registro e intercambio de información sin la necesidad de un ente central.
¿Cambiará la manera en que concebimos el mundo? Lo más probable es que sí, y mucho más velozmente de lo que esperamos.