2021, el año del proceso (constituyente)
Guillermo Larraín
Desde 1990, la economía chilena ha vivido el mejor periodo de su historia. El PIB creció casi sistemáticamente, la pobreza se redujo y mejoró el acceso a bienes y servicios. Los indicadores sociales muestran mejorías hacia estándares que, en promedio, son similares a algunos países desarrollados.
¿Por qué en 2019 Chile vivió un estallido social de la magnitud de la que fuimos testigos? ¿Por qué la solución se asocia a la Constitución?
El proceso constitucional que está iniciándose es el resultado de la larga acumulación de desequilibrios y fallas institucionales que no fuimos capaces de corregir por la rigidez de nuestro marco institucional y los problemas de gobernabilidad que han impedido que los gobiernos tomen decisiones y arriesguen soluciones.
Desde 1998 se han identificado falencias en el funcionamiento de la sociedad, la economía y la política. En términos sociales, se hablaba de las exclusiones y segregación. Esos fenómenos se han situado en áreas sensibles de la sociedad como educación, salud y pensiones. En materia económica, se constataban los desequilibrios geográficos en la prosperidad material y la desaceleración sistemática desde los años 2000 en el crecimiento de la productividad. Finalmente, en materia política, se constataba la incapacidad del sistema político de resolver conflictos no zanjados a través del tiempo, como por ejemplo el modelo del sistema de pensiones o el conflicto en la zona de la Araucanía o Wallmapu, según la perspectiva. El punto crítico en lo político ha sido por más de 10 años la Constitución. Todas las candidaturas en las últimas 3 elecciones presidenciales han llevado en su agenda reformas más o menos significativos a la Constitución.
La incapacidad de resolver estos aspectos resultó en una acumulación de tensiones que está en la base del estallido social del año 2019. Éste, a nivel internacional, fue destacado por su persistencia, alto nivel de destrucción de infraestructura pública y privada y su masividad.
Debemos reconocer que la profundidad de la crisis pudo haber terminado de otra forma. Sin embargo, en su mayoría, aunque no de manera unánime, el sistema político reaccionó bien, en el sentido de iniciar un proceso de consulta y participación ciudadana. Luego de la masiva aprobación del plebiscito a favor del proceso constituyente y de la forma enteramente electa que tendrá la Convención, Chile se encamina hacia una nueva Constitución.
Las reglas que contempla el proceso son razonables. Además, ésta será la primera convención en la historia de la humanidad que será 100% paritaria. La visión femenina sobre el poder, la política y los valores estará más presente que nunca. Por último, esta será la primera Constitución en nuestra historia que surgirá de un proceso tan ampliamente participativo. En mi opinión, estos aspectos representan una oportunidad única para reconocernos, cicatrizar heridas y recomenzar un camino compartido de progreso económico, social y político.