Liderazgos que inspiran confianza: por qué la reputación digital es hoy un activo estratégico

Vivimos una era en que las decisiones empresariales ya no se definen únicamente en salas de directorio o puntos de venta. Hoy, esas decisiones están fuertemente influidas por lo que ocurre en el mundo digital: redes sociales, medios online, líderes de opinión e influenciadores que amplifican expectativas y presiones, y que además modifican comportamientos. En esos espacios se expresan y reorganizan las demandas de clientes, inversionistas, colaboradores, reguladores, comunidades y la sociedad en general. Esa presión termina condicionando la estrategia y el negocio. En este escenario, la reputación digital dejó de ser un tema accesorio para convertirse en uno de los activos estratégicos más determinantes para cualquier organización.

Fuente: Freepik

Ese es uno de los principales hallazgos que nos dejó la quinta edición del Estudio de Reputación Digital de los Líderes Empresariales, elaborado por INC Consultores en alianza con Ipsos. Esta continuidad no solo ha permitido consolidar una metodología robusta y sensible a los cambios del entorno, sino también detectar tendencias profundas en la forma en que los liderazgos se configuran, se proyectan y se legitiman desde lo digital.

El estudio —que analizó más de 71.000 menciones, reacciones y noticias digitales entre marzo y mayo de este año— permite identificar a los 10 líderes empresariales mejor posicionados en reputación digital en Chile. Pero más allá del ranking, el mensaje central es claro: quien no gestiona activamente y de manera profesional su presencia digital queda fuera del radar de influencia, confianza y negocio.

La reputación digital no se mide en likes ni en número de seguidores. En nuestra metodología, se evalúa en tres dimensiones: Notoriedad (volumen de menciones), Notabilidad (calidad del sentimiento, credibilidad y coherencia) y Gestión de LinkedIn (comunidad activa, frecuencia, contenido y propósito del liderazgo). Estas dimensiones permiten identificar no solo quiénes son más visibles, sino quiénes son más creíbles, consistentes e influyentes desde lo digital.

¿Qué nos dice esto a quienes trabajamos en comunicación, marketing y estrategia de marca?

Primero, que el liderazgo empresarial dejó de ser un asunto interno para transformarse en un factor reputacional externo que impacta directamente en las marcas. Hoy, consumidores, inversionistas, colaboradores y reguladores quieren saber quién toma las decisiones, qué piensa, qué causas apoya y cómo se conecta con los desafíos del país. Y no lo buscan en comunicados de prensa: lo hacen en LinkedIn, en medios digitales y en conversaciones digitales en redes.

Segundo, que la reputación ya no se hereda del cargo ni se protege con silencio. Se construye —y se erosiona— en tiempo real, con cada publicación, interacción y señal pública. La reputación digital exige consistencia, transparencia y gestión continua. Nuestros estudios muestran que los líderes que bajan su visibilidad o descuidan su coherencia digital caen rápidamente en influencia, y con ellos también se debilita la percepción de las  marcas que representan.

Tercero, que la reputación es una ventaja competitiva y, sobre todo, un buen negocio. En la economía de los intangibles, la reputación genera impactos económicos concretos: otorga licencia social para operar, fideliza clientes, atrae y retiene al mejor talento, permite superar crisis con mayor rapidez y genera predisposición positiva en consumidores e inversionistas —que tienden a preferir y comprar más a las marcas en las que confían—, entre otros beneficios. En un mercado tan competitivo, no gestionar la reputación es renunciar a una de las principales fuentes de valor disponible hoy para cualquier organización.

Y cuarto, que una marca fuerte necesita líderes reputados y activos en entornos digitales. No se trata de protagonismo personal, sino de alinear la reputación individual con la identidad y el propósito corporativo. En la práctica, los líderes con mayor reputación digital proyectan también mayor legitimidad para sus organizaciones. Son puentes de confianza que fortalecen la marca en un entorno de alta competencia, ruido y desinformación.

En un mercado cada vez más mediado por percepciones y comportamientos digitales, la gestión reputacional no puede quedar al azar. Igual que se monitorean KPIs de negocio o métricas de marca, la reputación digital debe ser medida, gestionada y potenciada con profesionalismo.

Y aquí surge un desafío mayor: en la era de la inteligencia artificial, los modelos que usamos en chats y buscadores funcionan también precisamente sobre principios de credibilidad, autoridad y coherencia. Cada vez más chilenos confían en estas herramientas para decidir qué productos, servicios o profesionales elegir. Y esas decisiones también se basan en reputación. La pregunta es inevitable: ¿están nuestras marcas y líderes preparados para ser reconocidos como confiables también por los algoritmos que ya empiezan a guiar el comportamiento de los consumidores?

Diego Fuentes, socio fundador de INC Consultores

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