IA: un desafío profundamente humano

El desarrollo de la inteligencia artificial avanza de manera vertiginosa. La pregunta que flota es inevitable: ¿reemplazará la IA al ser humano en un futuro cercano? Quizás lo relevante en el corto y mediano plazo no es tanto esa proyección apocalíptica, sino cómo aprovechamos hoy esta tecnología desde nuestro rol en las organizaciones y qué habilidades debemos potenciar para convivir con esta nueva realidad. Como bien repiten diversos expertos: la IA no reemplazará a las personas, pero las personas que usen IA reemplazarán a las que no.

Fuente: Freepik

Cuando hablamos de inteligencia artificial, solemos imaginar analistas de datos, algoritmos complejos y softwares de última generación. Pero, en el fondo, el gran desafío no es tecnológico: es profundamente humano. Son las personas quienes toman decisiones, se coordinan con otros, quienes generan confianza, asumen riesgos, cuidan preocupaciones y sostienen conversaciones que marcan el rumbo de una organización. La verdadera transformación ocurre en ese espacio de interacción entre personas.

Antes de entrar en el tema de la adopción en los equipos, vale la pena detenerse en lo que nos hace únicos como seres humanos. Tenemos una capacidad inigualable de interactuar con otros, de coordinarnos, de leer estados de ánimo y de construir sentido compartido. Eso es lo esencial en cualquier empresa o industria: por más tecnología que exista, todas están compuestas por personas con expectativas, deseos y ambiciones.



La “capa humana” de la coordinación y los estados de ánimo es fundamental. Y justamente aquí la IA puede ser una aliada: si logra hacerse cargo de procesar datos, optimizar decisiones y entregar información en tiempo récord, libera a los equipos para concentrarse en lo esencialmente humano: la creatividad, la empatía, el juicio y la colaboración. En otras palabras, necesitamos ver a la IA como un asistente poderoso que nos ayude a enfocarnos en lo que ninguna máquina puede reemplazar.

La pregunta práctica entonces es: ¿cómo logramos que la IA potencie a los trabajadores en lugar de intimidarlos? ¿Cómo conseguimos que la adopción sea amigable y genere confianza? A través de cinco elementos principales.

El primero es construir un piso común. Antes de algoritmos sofisticados, se necesita alfabetización digital básica. Explicar qué es la IA, qué puede y qué no puede hacer, cuáles son sus sesgos y en qué tareas aporta. Sin este lenguaje común, es imposible una adopción real.

En segundolugar, se debe aplicar el aprendizaje a la realidad del trabajo. No basta con cursos genéricos. Los equipos deben experimentar la IA en sus propios flujos de trabajo: análisis de datos, diseño de reportes, planificación logística, soporte al cliente. Ahí es donde la herramienta cobra sentido.

El tercer elemento clave es enseñar un uso responsable. La adopción no puede ignorar temas como privacidad, seguridad de datos, sesgos y ciberataques. Educar en riesgos y normas internas de uso es parte de la responsabilidad empresarial.

En cuarto lugar, es necesario abrir espacio a nuevas carreras. La IA está creando roles que hace pocos años no existían: prompt engineers, AI trainers, supervisores de algoritmos. Preparar a los trabajadores implica también abrir rutas de reconversión laboral y carreras híbridas que combinen conocimiento del negocio con habilidades técnicas.

Finalmente, es clave impulsar un cambio cultural. Más allá de lo técnico, se trata de transformar la mirada: dejar de ver a la IA como amenaza y comenzar a verla como un aliado. Aquí el rol del liderazgo es decisivo: transmitir que la máquina complementa, no sustituye.

El Foro Económico Mundial estima que, hacia 2030, surgirán 97 millones de nuevos empleos relacionados con IA, datos y automatización, al tiempo que otros desaparecerán. Esto no es ciencia ficción: es un proceso en curso del cual tenemos que hacernos cargo.

Podríamos estar al inicio de una edad de oro para lo humano. La IA, bien implementada, nos permite potenciar lo mejor de nosotros: la resiliencia, la empatía, la creatividad.
Pero esa promesa solo se cumplirá si hoy las empresas deciden invertir en preparar a las personas, en acompañarlas en la transición y en poner la tecnología al servicio de lo humano.

Por Manuel Riveros, Socio de PGX Training y Magíster en Psicología Organizacional de la London School of Economics

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